domingo, 28 de febrero de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

FEBRERO 28 Domingo


Sobre toda la nubosidad que ante él se interpone, penetrándola, su luz se extiende ampliamente. El sol traspasa las nubes que encuentra al alba, las trasfigura e ilumina y éstas dejan caer su azulada plata sobre casi toda la extensión de las aguas inmóviles y ausentes, un punto inaccesibles y lejanas. La bahía silenciosa se convierte en una refulgente lámina de reflejos ligeros y secretos, cuando se inicia la mañana.

Una ligera brisa de poniente comienza a llevar su animoso estímulo a la superficie marina, recobrando pulso y latido sus hoy densos verdes levemente metálicos e inasibles. La calle y la playa, deslumbrantes en la inmensidad de su vacío, se revisten de silencioso infinito. Asumo de buen humor vivir olvidando a éste que fuí ayer apenas, y puestos a iniciar mi paseo matinal, sin más lo inicio. El curso de las ideas encuentra la atónita dimensión de un cielo que intenta abrirse, blanco y azul, indiferente y cercano, mientras la distancia parece ir creciendo mientras ando entre las arenas y la playa, a lo largo del camino al pié del muro sobre el que se levanta el paseo marítimo.

Solitaria y feliz, libre como el viento, Piratilla sale a mi encuentro. En pocos instantes le organizo y resuelvo la intendencia, y tras darle unas pasadas a la capa de pelo con un trozo roto de cepillo de púas flexibles que escondo entre unas piedras, la dejo en su pequeño gran mundo. El paseo se anima, aunque el sol todavía no quiera pasear también él mismo.

Mas hacia el mediodía ya todo es luz, tibio calor, plena alegría. El poniente gana fuerza, las palmeras se cimbrean mientras el viento las peina. La eternidad hace refulgir ya desbordante todas las horas del día.

Soleada y lenta, detenida la tarde, llena de juegos de niños en la arena, de risas. Algún pescador lanza el sedal de su caña en la ribera, mientras en la ensenada entra el turbión ambar terroso del río que en ella desemboca ahora bien crecido.

Cae la noche, y también la lluvia. En la oscuridad de una paz oculta, cayendo pausadamente.

La lluvia llena las sombras con el rumor de sus gotas, mientras en la orilla le responde el rumor de las olas, que por fin el mar encuentra quien le entienda.



© Acuario 2010

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