miércoles, 24 de febrero de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

FEBRERO 24 Miércoles



Sobre un horizonte con una ligera bruma, entre algunas nubes, aparece un sol crema, elegante, relajado y accesible, sereno. La superficie marina vibra con un tembloroso oleaje, la playa recorre todo su infinito interior en la más absoluta discrección, nadie ve nada, nadie puede observar su secreto camino, su oculto exilio, a su lado la orilla es una azarosa epopeya cotidiana llena de luz y de los murmullos incesantes del agua. El cielo despliega su bendición silenciosa, la mañana comienza.

Hoy toca arreglar el cableado de la señal de televisión y frecuencia modulada. Justo cuando voy a salir llegan los operarios a instalar nuevas conexiones, a disponer una nueva tirada de coaxial y colocar mejores conectores. Como todo esto lleva algo más de una hora, salgo a la calle con cierto retraso sobre lo habitual. Vicky está esperándome, con aire algo perplejo, pero no enfadada. Me hace sonreir la perspicaz inteligencia con que todo lo observa, nada se le escapa. Aunque ya era tarde, sabía que su desayuno no le faltaría. Me la encuentro haciendo cuentas, y tranquilamente repasando al sol, qué es lo que podría estar pasando, porqué tardaba.

Hoy no hace falta abrigo, todo sobra, una camisa es suficiente y todavía es invierno, creo. Hay muchos peatones, el paseo lleno de afluencia, ciclistas, corredores, patinadores. Andar entre un ligero poniente, húmedo y fresco, envuelto en la palpitante magnitud atlántica contenida en su aliento, comenzar a caminar al sol de febrero bajo ese suave viento oceánico, es una agradable manera de iniciar el día. Acompañado de todo el horizonte a mi derecha, mientras la ensenada va recuperando sus verdes diáfanos, sus infinitos azules y turquesas.

Con el mediodía algunas nubes llegan, y entre ellas, la luz solar cayendo sobre las aguas, forma inquietas, móviles y evanescentes islas burbujeantes de brillos y plateados reflejos. La playa extiende su tiempo detenido y eterno mientras la tarde comienza.

Vuelvo tras el obligado quehacer diario paseando por el parque. Un banco sólo, es un universo para las parejas que viven el pulso de la vida en ellas, mientras las sombras van surgiendo en medio de la vegetación silenciosa.

Sobre todos los abiertos espacios de la noche el cenit lo ocupa una creciente media luna. Las largas amuras iluminadas por una hilera de balizas de un carguero abandonando el puerto semejan un trozo de muelle, que desprendido de la rada buscara mar abierto, que se alejara con lentitud en medio de la oscuridad de las aguas. En la playa juegan los perros con sus amos, mientras algún chaval montado en los columpios se balancea.

En el firmamento despejado, vibrante e infinito, la celeste bóveda desvela todo un océano de misterio y sueños.



© Acuario 2010

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