viernes, 26 de febrero de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

FEBRERO 26 Viernes


No hay preguntas que le alcancen, que se le puedan hacer, su espléndido silencio es infinito. Supera con facilidad el leve horizonte y ya todo arde a su alrededor. Las escasas nubes que se atreven a rodearlo quedan atrapadas en su resplandeciente universo. Las aguas a su mirada se entregan, y él las reviste del fuego que desbordante lo transfigura. Mas el soberbio desafío del sol apenas dura hoy breves instantes, en pocos momentos se oculta tras la nubosidad que lo rodea. Pese a ello todo palpita y tremola en la incesante luz que extiende combativo siempre, sobre el cielo y el mar.

Hay que moverse hoy con prontitud, en dos zancadas me acerco a la oficina bancaria, gestiono dos asuntos, y es al volver a casa de nuevo para desayunar algo cuando veo a Vicky despistada por la temprana hora, que acude a mis silbidos. Detras de una moto aparcada sobre la acera, oculta y protegida, le dejo algo de comida.

La mañana está de nuevo abierta, soleada, en marcha, al bajar otra vez para efectuar algunas compras. La calle bien animada, y no hace falta abrigo. Cercano al muro que cierra la playa ha crecido abundante vegetación gracias a las copiosas lluvias caídas recientemente. Escondida entre ellas encuentro a Piratilla, al acecho vete a saber de qué. Aunque como cazadora realmente no tiene mucho éxito, ni las palomas le tienen miedo.

El camino extiende sus distancias, mientras el mar se ha hecho dulce azul detenido. Sobre el cielo las nubes imitan islas y archipiélagos. La calma ha trabado discreta amistad con el tiempo en tanto que el horizonte se baña en un insólito e irreal amarillo.

Más asuntos me llevan al interior de la urbe, a su casco antiguo, donde en pequeñas plazoletas los naranjos ofrecen su mágico azahar ya florecido. En las lindes de los caminos ajardinados de las plazuelas la humedad ha hecho crecer abundante el vivo verde del musgo. El mediodía tiene ese magistral y perfumado, atávico misterio de esa exquisita flor, blanca y única, que anuncia ya la primavera.

Ayer no lo hubo, pero hoy hay trabajo, la tarde viene bien ocupada. Cuando termino, el cielo y el mar en la bahía tienen el mismo color, blanquecino azul, ligeramente gris, el horizonte es imperceptible, desaparece y se esfuma mientras la luz va decayendo. No hay olas, inmóvil y quieta la mar parece soñar, también ella en secreto.

Está claro, la fuerza de tu palabra me acomete, leo su sonido y me traspasa su silencio. Afortunadamente la noche solícita me tiende su amistad y afecto.



© Acuario 2010

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