jueves, 11 de febrero de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

FEBRERO 11 Jueves


Volando con alas de frío y transparencia el viento norte acude sin tardanza, alegremente, a unir su vuelo al del multiforme y extenso grupo de gaviotas, que en confusa bandada gira y evoluciona en el misterio de silencio y luz del alba, sobre la bahía, mientras el sol sobre el horizonte trasforma en asombro luminoso las escasas nubes que lo esperan. Trémula confusión viva y móvil al soplo de la brisa palpita sobre las turquesas aguas, entre las que aún pleitea de un lado a otro el inquieto y sombrío azul, olvidado por la noche en la madrugada. La orilla es el refugio mínimo del infinito, con alguna imprecisa y oculta ola que apenas troquela un leve friso de blancas espumas.

Hace dos días que no encuentro a Vicky, y decido cuando salgo dar una vuelta al edificio, al final acude a mis silbidos con un aire despistadillo. Al parecer le ha caído simpática al carnicero, y éste cuando se le planta pedigüeña en la puerta le tira alguna piltrafa de lo que fileteando recorta. Pero para no despreciar o por pura glotonería también le hace cumplidas fiestas a lo que le ofrezco. Comiéndolo se queda mientras inicio mi paseo, bajo la amable y cálida luz de la mañana.

El camino mantiene fresca aún la presencia de la reciente humedad nocturna. Las palomas zurean entre ellas, mientras rebuscan entre las isletas de cesped, mientras esperan en grupos bajo los aleros de los chiringuitos, tomando el tibio calor matinal. Si le arrojo migajas de pan a una, ya vienen todas decididas y animosas. Los valientes gorriónes arrostran con rápida habilidad su enfado cuando les hurtan algunas migas. La solución es sencilla, un puñado de ellas lo tiro aparte bien lejos, y allá que van los diminutos pardales a por las miguitas.

El cielo comienza a llenarse de pequeños y blancos nimbos que todo lo curiosean sin prisa. El horizonte no encuentra límites ante los que detenerse nunca. Las filas de palmeras se mecen con el ligero septentrión que en esta soleada mañana ofrece un agradable contraste con su fresco estímulo lleno de vida.

Con el mediodía el cielo se rinde a la clamorosa victoria del sol, las aguas centellean, todo el que pasa y puede, se para y se sienta en los bancos, y de todo al calor se olvida. Las arenas también se han tendido en feliz abandono y se adormecen bajo el caluroso silencio iluminado que todo lo domina.

La actividad hoy en el trabajo ha sido intensa, el paseo sin prisa de vuelta me relaja. La luz declina en doradas distancias las ultimas horas de la tarde, entra en las largas avenidas del parque, y hace descomunales y alargadas las sombras. El puerto siempre tiene un aire ausente, con sus inmóviles aguas cargadas de indolencia, que el sol colma de líquido oro antes de alejarse, Helios redivivo, en su carro de eterno fuego.

La noche es abierta, fría de narices. Pero las estrellas ni se lo piensan, en alegre reunión traviesa, unas a otras bajo cómplices guiños, ocultos mensajes se envían. La ciudad bajo ellas, con asombrada atención las observa. La mar tiene una larga sonrisa de blancas espumas en la orilla.



© Acuario 2010

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