viernes, 5 de febrero de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

FEBRERO 5 Viernes


Ando hoy un tanto trastocado y el día no hace otra cosa que tirarme de la manga. ¡ Que me mires ! Y así pasa que apenas atiendo, tonto de mí, a la belleza del mar al alba, ostentando a un lado de la bahía una ancha franja de senatorial púrpura sobre las tranquilas aguas. El azul del mar y la roja aurora, que se bañan juntos y desnudos en mitad de la ensenada, llenando de su púrpura abrazo la superficie marina.

Mas para porfiar y llevar la contra, en la otra mitad, la bahía opta alegremente por revestirse de una evanescente crema dorada. Y asi viene a ser la alborada una enconada competición, llena de finura y gracia, entre éste uno y aquel otro lugar de la ensenada. El cielo se adorna de una discreta celosía de nubes que el sol poco a poco va disolviendo sin esfuerzo alguno. Sobre la orilla el mar deja una y otra vez el tibio rumor de una escasa rompiente. Sin olas apenas, las aguas descansan.

Un maullido que me sigue al pisar la calle, y Vicky diciendo, ¡ que me mires, despistado !, y claro, le ofrezco una caricia y le dejo algo de comida. No hace frío alguno, el poco abrigo hasta sobra.

Estas primeras horas matutinas siempre dan la impresión de que vienen estrenando zapatos, que algo nuevo tiene la mañana cada día para enseñarlo. El aire es liviano y fresco, agradable, extiende su estimulante presencia por todo el camino.

El cetro solar consigue destellos de jubilosa luz en casi toda la extensión del mar, hirviendo de reflejos cegadores. Los barcos asombrados se admiran al ver que la mar bajo sus cascos ha desaparecido en una líquida plata. El mediodía respira una serena complacencia interior, ostenta un aura relajada y feliz.

La tarde es un tesoro cálido, abanicado por una ligera brisa de poniente que enseñorea con su gracia aérea y ligera la arboleda del parque, las calles, la ciudad. Un perfil de sueños, de horas adormecidas que lentamente se alargan. Cuando el crepúsculo llega, la luz solar se prodiga generosa en aúreas pinceladas sobre las nubes.

Una noche de insólita perfección, despejada, ausente a todas las humanas circunstancias, me ofrece su enigma. Asentada en una firme bóveda de libertad infinita que abre sus brazos a toda una inmensidad de sonrientes y felices estrellas. El mar a sus pies iluminado de paz y serena dicha, parece, ¡ también él !, ronronear en la orilla.




© Acuario 2010






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