martes, 16 de febrero de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

FEBRERO 16 Martes


Ha cesado el viento, poco a poco la mañana parece recuperarse de la embestida aérea que ayer ocupó todas sus horas. Sobre el cielo las nubes han tomado un matiz más relajado, un tono menos sombrío. La bahía presenta un color de tierra rojiza, desmembrada, errática. Las torrenteras siguen desaguando, las aguas marinas se ahogan en la telúrica sangre, que arrastran los crecidos regatos, las copiosas avenidas, que se derrama aún por las abiertas heridas y erosiones de la pasada tormenta. Lindando al horizonte, de nuevo sobrevenido, el mar asoma indeciso su vocación de azul lejano e indefenso.

Sin demora, - parece venir un ligero frente de lluvia - , me pongo en marcha, eludiendo los charcos. Humildes espejos donde navegan los estremecimientos de las primeras gotas cayendo. Conmigo toda la soledad abierta del camino, pletórico de húmedas arenas. Me acompaña todo su silencio inacabable y dormido.

Encuentro a Piratilla al resguardo en otro agujero del muro, ciego canalón seco, por el que nunca la lluvia vacía su enojo y su exigencia. Come con buen apetito mientras el paraguas nos protege a los dos del comienzo de una ligera llovizna. En la orilla las olas se van deteniendo, cansadas, exhaustas, su rumor se apaga desarticulado, impreciso.

Pero lentamente las nubes comienzan a disolverse, se abre su difusa ceniza. Recupera sus antiguos dominios el sol y las aguas reciben la alegría de sus centelleantes reflejos. Un suave poniente trae el clamor jubiloso de la luz escribiendo el mediodía.

Aunque todavía algunas escasas nubes se aferran con su presencia, la tarde respira el abierto alivio del firmamento bañado de luz solar, de tibio calor adormecido.

Al salir del trabajo, el cielo de nuevo cubierto deja caer algunas gotas traviesas. Pero sólo es un amago, una ligera y errática, discontinua broma chispeando apenas nada, cuando quiere. En la bahía las aguas ya tranquilas han resuelto su color terroso y ostentan un verde amarillento, no exento de belleza.

El crepúsculo desciende imperceptible, lento y callado. Todo se va haciendo suave sombra, ligeramente azul, blando gris oscureciéndose.

Sobre el mar las luces de dos cargueros anclados fuera del puerto, mientras en la distancia se alejan y se pierden, espectrales y difusas, los últimas señales de luz de un crucero, sus iluminados camarotes, sus balizas.




© Acuario 2010

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