martes, 23 de febrero de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

FEBRERO 23 Martes


Después de una madrugada lluviosa, con el continuo murmullo de gotas cayendo, el alba rompe en luz plena con la alegre y abierta exhibición luminosa de un sol completo de ilimitado esplendor. Húmedo todavía el amanecer, chorreando la calle y la playa, pero el calor único del astro rey va secando lentamente las esquinas y los aguazales. El día parece respirar un aire nuevo. El viento noroeste se desenvuelve con fresca agilidad, las primeras horas de la mañana comienzan desplegando una secreta dicha.

La fauna felina y aviar del barrio, la gata del fontanero y los gorriones y palomas viven en su pequeño mundo de felicidad sin horas ni tiempo, mientras paso a paso, me adentro sin preocupaciónes ni desvelos en la feliz rutina de los días. La maravilla iluminada de estas iniciales horas matutinas es inenarrable, el camino abierto e ingrávido, con todo el azul del firmamento ofreciéndose arriba, más que terrenal, parece aéreo, y antes que andar, parece se va en él levitando.

Hay animación, de nuevo afluyen, buscando sol y arena, algunos atrevidos bañistas, pescadores, paseantes, corredores. Piratilla a la espera, descansa en la tibia claridad al lado de la puerta de su guarida. En cuanto me ve se me acerca, zalamera, cariñosa, buscando una caricia. Mientras come, la orilla nos sumerge en su rumor de espumas y el horizonte se abre en admirable distancia. LLeno de destellos, vuelve a tornarse verde cristal ligeramente opalino el mar. Con su auténtico rostro de ancestral y mítico dios refulgente.

Caluroso llega a ser el mediodía, alguna nube aparece solitaria, sin saber a donde dirigirse, mientras el viento mece insistente las copas de las palmeras. En los muelles del puerto, atraca un buque totalmente repleto de contenedores. En escaso tiempo las enormes y horizontales gruas van sin descanso aliviándole de su carga de multiforme colorido.

La tarde abre todas sus horas sosegadamente, bajo la insistente luz solar que todo lo envuelve. Las terrazas se llenan, la gente presenta un aspecto adormecido, la ciudad vive sus ocupaciones sin prisa. Por el cielo siguen llegando enormes nimbos de blanco delirante, que pasean con eterna pausa la magia excelsa de sus ampulosas formas.

Cuando termino mis tareas, la dorada luz envuelve su adios en agradable brisa. Las ahora escasas nubes se cubren de malva y rosa. y el mar busca un azul profundo, cobalto oscuro en sus aguas. La playa está llena, pescadores, niños, paseantes, parejas.

Termina el día, se acerca la noche. Apenas nada transcurre de importancia. Pero sólo un instante lo es todo, sólo él existe, nada es el pasado, el futuro aún está a la espera.

Sólo el presente, aquí y ahora.



© Acuario 2010

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