jueves, 4 de febrero de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

FEBRERO 4 Jueves



De nuevo vuelve la tormenta. Desde primeras horas de la madrugada el viento de levante siseante, amenazador, trae ráfagas intermitentes de lluvia que golpean los cristales, mientras el mar levanta olas enfurecidas que arroja sobre una playa desangelada y temerosa.

LLega el alba inexistente, y el oscuro amanecer extiende sus densas nubes enojadas, pretendiendo prolongar durante algún tiempo la sombría noche. El palmeral resiste todo animoso, cimbreante, acostumbrado a lidiar con el desquiciado arrebato del aire.

Pero en el curso de las primeras horas de la mañana el viento sorprendéntemente se va deteniendo y finalmente cesa. La bóveda del cielo se eleva en un intrincado dibujo de nubes, que comienzan a ganar dulce luminiscencia. La lluvia ha cesado. En la orilla, las aguas opalinas y turbias, muestran un verde ceniza ligeramente ámbar mientras las poderosas olas se coronan con el blanco lauro de sus espumas.

Cercana a la voceadora y aturdida rompiente flota en el aire una quieta y baja neblina. Son las minúsculas gotitas en suspensión aérea producidas por el incesante batir del oleaje. La playa serpenteada por el camino se pierde a lo lejos entre esa delicada bruma. La lluvia caída durante la noche ha dejado la arena limpia de pisadas, sólo se ven las huellas puntiformes y superpuestas, como delicado tapiz, de las gotas de la precipitación nocturna.

Aún no ha llegado el mediodía y el firmamento se olvida de las nubes, el sol acude y llena de sonrisas y luz los espejos de los charcos. Una ligera brisa de poniente acude sin prisa, y casi mágicamente con lenta pausa, el oleaje se calma. Las olas aliviadas, sin el empuje del viento, tienen un aspecto sereno, mayestático, con un luminoso verde traslúcido.

Así es el día, todo endiablada tormenta y de pronto, todo cesa. La tarde comienza enjoyada de luz, aunque un bosque de nubes recomienza a ocupar a medias los cielos llenos de luz y vida.

A la salida del trabajo,veo a una atrevida gaviota sobre el pretil de una azotea, mirando divertida el tráfico de vehículos a sus pies. El día se despide con un crepúsculo de leve apariencia, pero el estallido del sol al oeste entre nubes todo lo domina. Tus palabras han dejado otro sol que me inunda.

El mar lleva la blanca amistad de sus ligeras espumas a la playa en sombras. La noche constelada de estrellas, es relajada, suave, quieta.

El infinito abre el misterio de su luz con picaruela sonrisa.




© Acuario 2010

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