sábado, 13 de febrero de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

FEBRERO 13 Sábado



La primera luz de la mañana es un sedoso gris azulado lento y débil, bañado en el leve murmullo de la incesante y relajada llovizna que vino con la oscura madrugada. El mar cargado de oleaje, con una, sin embargo, tranquila fuerza remueve las arenas, rompe en la orilla sus espumas, agita su sombra verde ceniza. Como un animal vivo, su resuello se extiende por la húmeda soledad de la playa vacía. El viento desde el este, levante, respetuoso y enigmático, cimbrea decidido pero sin estrépito las copas de las palmeras bendecidas por la lluvia.

De improviso el techo de nubes completas que hoy ocupa el firmamento se inunda de una claridad amarilla. La escena del día es otra, cambia, bajo esa luz cremosa, cálida y nueva, silenciosa, distinta. También tu amistad ha cambiado mi vida. Pero nadie lo advierte, la desolación de la calle, del paseo, de la playa es completa. Nadie toma en sus manos la callada ofrenda de esa magia de tenue amarillo nácar.

La lluvia es tolerable, llevadera, un paraguas basta para disfrutar de un excelente paseo a primera hora. El apetito de la fauna felina y aviar es excelente. El ámbito animal que habita en los dominios de la isla de mi venturoso naufragio respira en la serena alegría de estar vivo. El horizonte muestra su lado más humano y melancólico, bañado de leve bruma, indeciso entre ser nube o agua. El aliento marino, fresco, todo lo inunda. La longitud del camino no tiene prisa.

Hay animada concurrencia de personas aprovisionándose este sábado, abasteciéndose, a la hora cuando llego, un poco más tarde de lo habitual a hacer una compra. Mi bufanda agitándose al aire a la vuelta, tiene ganas de jugar a oriflama, banderola o gallardete de señales navieras. La suavidad del día, la tranquila ausencia de peatones, la inacabable línea de la perspectiva del camino volviendo bajo la leve y ligera lluvia, me parece un trocito de infinito que el tiempo me brinda.

El mediodía y la tarde han unido su luz, su imagen, su sonrisa. Sólo al final, cercano al crepúsculo, se va abriendo el cielo, mostrando un sueño de pálido azul dormido. La mar se mueve dentro de una serenidad tranquila, sus olas al fin descansan de sí mismas. En la ribera las cañas de los pescadores señalan a las iniciales estrellas.

Ha cesado el viento, la noche abre su infinito en silencio, no hay luna. La atmósfera fría y por completo limpia, gracias a la reciente lluvia, es un invisible cristal que deja alcanzar y tocar uno a uno los brillantes luceros.

Espléndidos refulgen y asoman, sencillos y tiernos,.............. ¡ también ellos pidiendo una caricia !.



© Acuario 2010

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