miércoles, 25 de noviembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

NOVIEMBRE 25 Miércoles


Desde la distancia es accesible, inicialmente asoma con una redonda ternura, envuelto en su roja y cansada mirada. El horizonte lo sostiene unos momentos en sus alargados e infinitos brazos, pero nacen en él los deseos de volar hacia su destino, y una lenta pero imparable ignición comienza a arrebatar su inicial calma, hasta que incendiario impulsivo aviva flameantes cremaciones de líquido oro sobre cielo y aguas. Es Helios, el astro solar, cuya luz devuelve la vida al mundo, al mar y los hombres. La mañana comienza.

Sólo una detenida brisa de levante, casi sin olas las orillas. En el firmamento unos imprecisos velos que nada ocultan, que muestran el pálido azul amable en el que la ciudad se envuelve. Con la humedad del aire marino la lejanía intenta esconderse tras imprecisas y sedosas brumas azuladas. La calle comienza a palpitar con gorjeos, ruidos, viandantes, vehículos.

Mientras toma el sol el barrendero se entretiene parsimonioso, repasando con su escoba los rincones bajo los bancos, las esquinas y escalones que descienden a la playa solitaria.

Hay que iniciar las tareas, y luego de un desayuno de noticias y café hago acopio de dos latitas de comida preparada, una para Vicky que espera delante del portal mi salida, otra para la gata en la playa, Piratilla, incesante trasnochadora, con sus cacerías al abrigo de las sombras, y que siempre está dormida y escondida en su refugio cuando paso por la mañana delante cada día.

No hace ningún frío, con esta soleada mañana sin viento, una camisa es todo lo que se requiere de abrigo. Las arenas y el camino, siempre en su sitio, parecen eternos. Silenciosos rios de plata bañan sus distintos azules, hoy el mar sin olas calla, mientras a todos ofrece su innumerable sonrisa.

Pescadores y bañistas son los dueños del mediodía. No en gran número, pero la playa fácilmente se contenta. Un suave calor llena sus horas silenciosas, llenas de oculta magia y luz completa. Bajo las palmeras el ausente viento se ha detenido a la sombra.

La tarde ofrece obsequiosa y amable sus horas lentas y espaciosas, el sol derrama en ellas una dorada mirada somnolienta. En el firmamento vuelan estáticos jirones escasos de blanquecinas formaciones nubosas. Sobre estas exiguas e insuficientes apariencias blanquecinas el crepúsculo añade una leve ensoñación rosa, cuando vuelvo del trabajo ya al final del día. En la superficie marina las aguas extienden e imitan, sólo por unos momentos, el arrebolado cromatismo etéreo de las últimas luces del cielo.

Media luna en el cénit, rodeada apenas de nubes harapientas. Escasas luces mínimas parpadean en el horizonte en sombras. La mar suspira.

Asomarse a la noche es asomarse a un enigma.




© Acuario 2009

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