martes, 17 de noviembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

NOVIEMBRE 17 Martes


Un inmenso, completo y extenso dosel blanquecino sobre el mar y el cielo encuentra hoy delante suya el sol de la mañana. Arriba y abajo de la casi invisible línea del horizonte, aire y agua forman un sólo y único blanco océano, un mismo níveo firmamento. La detenida y estática luz solar escondida tras la nubosidad delgada y difusa, ilumina toda la mañana con un satinado tono de marfil antiguo.

Sobre el mar una ligera brisa de poniente mueve unas escasas olas apenas perceptibles en la casi única estampa de débil cremosidad del día. Las interminables filas del palmeral cierran en silencio la ensenada todavía adormecida y en sueños. Un navío en la distancia flota o levita, todo es posible, en el mar o en el cielo.

Bajo esta extraña luz inconclusa el camino se hace distinto, el mar ha olvidado todos sus azules, es sólo un sueño imprevisto. Desnudas de sombras las palmeras recortan su imagen en una quietud apaciguada de aristas. La ciudad se mueve con su propio ritmo bajo la apagada lucerna del día. A la playa desorientada sin sol los bañistas casi no han acudido.

Es ya hacia el mediodía y la bóveda nubosa se hace más compacta y densa. Tampoco el distendido viento de poniente consigue nada. Hoy las aguas poseen una opaca densidad mucilaginosa de blancuzca gelatina. La claridad difusa del cielo proporciona al mar una irreal y albugínea apariencia.

La tarde acepta los hechos, no toma en consideración sino su propio espacio y tiempo, extiende sus brazos y acoge a la completa dimensión palpitante de la urbe y su entorno líquido y aéreo. Cuando termino el trabajo, el crepúsculo abandona lentamente sus últimos momentos, mientras las luces en las calles desafían a la noche.

En la rada del puerto, las farolas derraman sus temblorosos destellos y su melancolía sobre las oscuras y densas aguas. Cuando llego a casa, la completa negrura ha cerrado o abierto todos los caminos del sueño y del apagado piélago.

Hoy las estrellas son todas y cada una de las luces que la ciudad generosa ofrece al cielo.




© Acuario 2009

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