jueves, 19 de noviembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

NOVIEMBRE 19 Jueves


Blandamente alborea bajo una silenciosa y liviana llovizna. El cielo apenas cubierto, en el horizonte el sol se asoma a medias entre una nubosidad deshilachada y algodonosa de cálidos cremas y amarillos leves. Las aguas, detenidas y apenas trémulas, se visten de todos los cromatismos del cielo. La arena húmeda, mojada, solitaria, se extiende en una orilla silenciosa que el mar abraza mediante afables olas con delicada insistencia.

La escasa lluvia cede prontamente, una melancolía desapasionada se extiende imprecisa por el camino de la playa, las palmeras al menos muestran refrescada la que ayer era seca apariencia.

Al volver, pasado ya cierto tiempo, el sol todavía medio velado por el brumoso firmamento comienza a abrirse camino, prestando cierto explícito perfil a las sombras, y el infinito regocijo sobre la superficie del mar de un extenso manto, de tenues e inquietos destellos de plata gastada y vieja. El espejo de las aguas ofrece ahora una iluminada pátina, de sedosa y argéntica iridiscencia, condescendiente a la mirada, permitiendo una detenida observación sin deslumbrar la vista.

El mediodía ofrece una luz relajada y comedida, el entreabierto cielo brinda su pálido azul a la bahía, sobre la que juega y sopla un poniente ligero y fresco, lleno de la humedad nueva de la reciente lluvia. Hoy la playa está vacía, salvo un pescador, con su caña y su paciencia.

Las primeras horas de la tarde tienen una matizada claridad amable y tierna. Mientras camino un rato me alcanza la tibia presencia de un medio sol ausente y distendido, que ensimismado sestea. Algunas nubes pasan, vellones de algodón que vuelan.

Cuando termino mis tareas, la vegetación del parque está todavía llena de cantos rumorosos y trinos de aves. La noche camina conmigo y me acompaña mientras se extiende de un lado a otro de la ensenada marina. En el cielo sólo algunas nubes que rápidamente se esconden casi en la creciente sombra, mientras refulgiendo desde una impensable distancia algún lucero ofrece su tímida presencia luminosa.

En la impenetrable negrura de la playa de nuevo el mar suspira, murmura, en su eterna duda llena de sueños, respirando apacible y dormido.



© Acuario 2009

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