martes, 24 de noviembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

NOVIEMBRE 24 Martes


Mañana que nace en la completa dimensión de una luz única, cómplice de un sol sin limitaciones, mecida por una tranquila brisa de levante. Mañana abierta a un mar lleno de plateados senderos de azul, en calma agitada y eterna. Sobre las orillas en la playa queda su rumor apagado de blancas espumas, mientras sobre la arena la luz va escribiendo invisibles y ocultos poemas que el viento en su infinito camino indiscreto susurra.

Es el día un espléndido y limpio folio de un noviembre incomprensible y errático, tejido con generosos mimbres lumínicos, con la completa nitidez de lo sencillo, ungido de libertad y diáfano comienzo. Imposible negarse al asombro, nadie puede cerrar los ojos ante su belleza flexible, ante su elástica sonrisa. Una agradable temperatura de 22 grados, casi comenzando diciembre, una semana tan sólo falta, y la plena y completa luminosidad haciendo suyos todos los recovecos del alma.

Comenzar a caminar es todo un alegre ejercicio entre las palmeras viejas amigas, por el sendero lleno de sal y arena, eludiendo los surtidores abiertos sobre las isletas de cesped que suplen con sus riegos la ausente lluvia. En la lejanía sobre el mar el horizonte palidece, amarillea, en tanto que hacia tierra, coronando el verde preciso y rotundo de los pinos, el cielo gana una fresca profundidad añil. No hay una nube, vacío y lleno sólo de su color el arco del firmamento.

Son estos días en los que nada pesa, nada cuesta. Ocupaciones y tareas se llenan de una alegría palpitante, osmótica, que la soberbia magnitud esclarecida de la mañana ofrenda.

Sobre el mediodía no transcurre el tiempo, se ha quedado sentado tomando una copa en algún chiringuito, mientras el mar lo hipnoptiza con sus miles de destellos líquidos llenos de vida y argéntico fuego. Hoy la bahía está vacía casi, alguna barca, ningún navío, su ausente soledad la hace aún más abierta, la llena de grandeza y espaciosa vastedad.

La tarde se recoge en una quietud soleada. Los bañistas hoy han vuelto para disfrutarla relajadamente, a perderse en el lento fluir de sus horas que sestean con feliz indolencia. Una tímida y dorada seda comienza a extenderse sobre la tibia claridad vespertina.

Cuando el trabajo finaliza vuelvo paseando bajo las semisombras del parque, bajo la silenciosa arboleda llena de vida. En suave silencio las enormes chorisias, originarias de Argentina y Brasil, dejan caer incontenibles sobre los senderos una lluvia de flores rosas y blancas.

La noche es fresca, abierta, una delgada línea blanca es lo único que se ve de una orilla de rumores y espumas. En el horizonte marino, temblorosas en la lejanía, hay algunas luces.

En la ciega extensión opaca de la distancia parecen estrellas bañándose en el oscuro confín de unas negras aguas.



© Acuario 2009

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