sábado, 14 de noviembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

NOVIEMBRE 14 Sábado


El rojo amanecer acude lento y desenfrenado, sobre la superficie de un mar indiferente, en sosiego. Culmina con inadvertida premura en el rotundo y silencioso estrépito del oro de un sol sin límites que se derrama incontenible y cierto. Desde el imprevisto de breves momentos asciende y se encubre tras una desmadejada nubosidad equívoca, la mañana se reinicia entonces con una luz a medias, delicada y tierna.

Pero apenas encuentra a nadie, sólo con sus secos y gastados contornos se acompañan las quietas palmeras. Las aguas en la orilla inaudibles, sin olas. Hacia ninguna parte hoy el viento detenido camina.

El día muestra una sabia y contenida prudencia, que invita a adentrarse en sus abiertos caminos, en su agradable temperatura, bajo la claridad templada de su iluminado velo. Tras un pequeño arreglo y chapuza que se me pide y que resuelve, eso espero, el potente adhesivo cianocrilato, le doy cuerda al andarín irredente que llevo dentro y en cuestión de nada ya voy dejando atrás paso a paso mi sombra por el sendero.

El batiburrillo de colores del mercado tiene a esas primeras horas sus puertas del todo abiertas, y con escasa afluencia, lo que facilita la brevedad y acorta el tiempo empleado hoy en la compra. Con la lista apuntada y todo, incluso a veces algo se me olvida. Pero hoy me parece que de ella nada falta.

A mi vuelta el sol gana terreno, se hace más rotundo sobre el paseo. El azul inmóvil de la superficie marina permanece ensimismado y sereno, también se ha detenido como el inexistente viento. El cielo blanquecino por el alto celaje de blandas nubes comienza a dejar paso a un pálido firmamento con un tímido celeste entreabierto.

En la playa la ahora rotunda presencia del sol llega al fin para solaz de los incondicionales bañistas. Es el mediodía. Un balandro pasa a la vela con una lentitud infinita, parece que quizá pueda haber un poniente oculto que impulse al velero.

No es la casi vacía orilla el lugar de concurrido encuentro de la playa, sino los bancos del paseo, bajo el calor apetecible de este insólito noviembre, hoy ya casi mediado. Niños, paseantes, turistas, algunos perros corren y juegan contentos.

La tarde se extiende dorada, sin nubes, perfecta. Tras una ligera siesta, veo lentamente despedirse el día, con una luz de nácar, de aéreo y sedoso ámbar. La noche es ligeramente húmeda y fresca. El puerto a mi derecha despliega sus luces, las largas hileras iluminadas de sus muelles. Sólo hay un crucero atracado que impone rotundo su centelleante presencia a las sombras que le rodean.

Frente a mí en la bahía, un largo carguero detenido ofrece su visionaria estampa dominada por el fulgor de sus fanales y balizas. En mitad de la noche, entre la opaca negrura, asoma su expectante perfil como errante espectro.




© Acuario 2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario