sábado, 21 de noviembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

NOVIEMBRE 21 Sábado


Sólo por efímero tiempo, el sol encuentra un hueco entre una desorientada y abierta clámide de nubes que apenas llega al horizonte. Entre los entresijos de la nubosidad anuncia, brevemente apenas, un nuevo día y desata sus rojizos cremas, sus naranjas cálidos, extiende su amarillo vivo y despierto que baña las aguas inquietas y mecidas por una brisa de levante.

Pero al poco rato la densidad nubosa crece y silencia el atrevido cromatismo solar. Una suave luminosidad tibia y gris extiende su impalpable y oculto deseo azulenco por toda la bahía solitaria, de nuevo marina y agitada por un viento que al menos quiere serlo. La playa respira con un oleaje tranquilo y acompasado, que deja un blanco sueño de espumas sobre la arena abandonada.

Casi nadie acude a la belleza de la mañana, la calle muestra vacíos sus bolsillos, el paseo de palmeras dormita mientras los gorriones entablan gorjeando una alegre conversación de trinos. En la orilla se han posado quietas y pensativas mirando al mar algunas gaviotas. De vez en cuando llega corriendo por el camino de arenas algún deportista que desaparece tan rápidamente como vino.

Como sé que ahora está sola, la gata del fontanero, la llamo al salir de casa con dos silbidos por donde recuerdo que suele esconderse, y casi al instante sale a mi encuentro buscando lo que le traigo. Luego de comérselo, se viene un rato conmigo acompañándome, se mete entre las plantas de los parterres restregándose, de vez en cuando se tumba panza arriba, sobre la hierba, afanándose con empeño en dejar su olor como jalón y señal en su felino territorio.

Con relajada apariencia se abre la mañana, el mar animado de nuevo ofrece sus propios salobres aromas, el aire asciende desde la batiente de la orilla impregnado de una emanación a humedad y algas. Un gris azul luminoso se ha hecho dueño de todos los espacios del día.

Hacia el mediodía un tímido sol entreabre el firmamento y regala una cálida luz a una playa que conserva esforzándose y como puede hoy un solo bañista. Las palmeras se han inmerso en una indefinible calma. El tiempo esta sumido en alguna meditacion sin palabras.

La tarde se extiende luego sin prisa, la nubosidad hecha jirones deja ver un pálido azul que poco a poco se mezcla con dudosos rosas y algún matiz de ambarina seda. El mar murmura ya entre sosegadas sombras que acuden con lentitud oculta.

Los negros mirlos nunca se quejan ante una noche que los esconde solícita en el refugio de su oscuridad protectora.




© Acuario 2009

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