lunes, 16 de noviembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

NOVIEMBRE 16 Lunes


Sin más que su propia decisión el día abre de par en par sus puertas. Nada detiene al sol sobre el horizonte sin nubes, el mar se extiende a sus pies en inmovilidad plena. No llega ninguna ola a una orilla vacía y desnuda. Con su nacarado amarillo, apacible y nueva, la primera luz baña la arena.

Como es día laborable la calle muestra una animada presencia. Hacia un lado u otro personas, vehículos, peatones. Las palomas a lo suyo, vuelan en parejas. Algunas buscan un baño en los aspersores funcionando sobre las isletas de césped que rodean en la playa a las palmeras. Se posan sobre la hierba mojada, y abren sus alas y esperan tranquilamente el paso del chorro del agua sobre ellas. Los gorriones también buscan un charco al sol y chapotean alegres en pequeños grupos.

Con estos días de aspecto realmente veraniego, estrenando todos un completo espacio de luz y amable temperatura, salir a caminar un rato es abrirse a un progresivo y silencioso gozo interior.

El camino de palmeras ha decidido tomar el sol en la quietud más absoluta. En algún lugar desorientado, sin saber qué camino debe seguir para venir como siempre a acompañarme en mi diario paseo, hoy se ha perdido el viento. El inmóvil azul del mar aprovecha su ausencia para seguir dormitando.

En la distancia anclado en la bahía permanece un navío, flotando sobre un refulgente mar de reflejos, acuáticas estrellas llenas de vida.

Es ya el mediodía, y la playa se ve concurrida, hay cierta afluencia de bañistas, han acudido al agradable calor sobre la orilla. Algunos hoy se atreven con un baño en las quietas y plateadas aguas. Sobre ellos el firmamento extiende un celeste infinito y el tiempo una ilimitada paz oculta. Alguna gaviota vuela y planea, aleteando apenas con su alas extendidas e inmensas.

La tarde quiere ser deliciosa, con veinticinco grados de temperatura, toda luz dorada. No hay brisa alguna, el aire oculto en la inmovilidad más completa.

Cuando termino el trabajo ya la noche ha empezado a construir sus sombras. Sobre el horizonte diseminadas se ven las luces lejanas de siete o más barcas faenando. Alguna se ha venido cerca de la orilla, iluminando con sus focos las negras aguas para atraer a la pesca.

La noche sólo tiene en su pobreza hoy alguna estrella, que desde su incalculable distancia, estremecida, titila y sueña.





© Acuario 2009

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