martes, 3 de noviembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

NOVIEMBRE 3 Martes



El fuerte viento ha estado soplando toda la noche, el intenso terral que no cesa.

Con el aire seco y diáfano la mañana destella como ancha copa de transparente vidrio en la que el sol derrama incesante toda su luz y su soberbia. Bajo un cielo azul magnético el mar reverbera con móviles y huidizos azules en las manos del viento. Las aguas en el centro de la ensenada estan abrumadas de brillos y reflejos. Como en un inimaginable sueño levitan asombrados los perfiles, las siluetas de los navíos anclados en la bahía. Es imposible intentar sostener la deslumbrada mirada sobre ellos.

Entre el sobrado calor solar y el abundante fresco vendaval la temperatura es excelente, equilibrada. Entre los excesos de uno y de otro termina siendo el día afortunadamente proporcionado y agradable.

Las palmeras han cobrado nueva vida y alegría, animadas, se llenan de los murmullos del ventarrón incesante, se agitan y cimbrean. Parecen celebrarlo contentas a lo largo del camino bajo el sol de la mañana. La luminosidad vence y convence cualquier fisura del ánimo, una amplia sonrisa se instala en el interior del pensamiento.

Algunos bañistas en la playa, pero no me hallo entre ellos. El agua debe haberse enfriado lo bastante como para impedir nadar un cierto tiempo. Sólo alguno se atreve, y sale al momento, casi de inmediato. Empero el sol, inenarrable catarata de luz y la belleza sobrecogedora del mediodía es bastante para todos, adormecidos sobre las arenas llenas de templado calor, abanicados por el viento.

La tarde me devuelve a mis obligaciones. Cuando termino, como paso cerca de los ratoncitos bajo el enorme álamo, les llevo unos dados de queso. En cuanto ven o huelen lo que les arrojo corren con una velocidad inusitada, pese a lo chicos que son, de un lado a otro del árbol para cogerlos.

La ciudad se va encendiendo lentamente, asi como también el parque alumbrado ahora por sus farolas. Por encima del macizo de los árboles se ven ascender, a duras penas, por las laderas de una elevación cercana, los paños y muros de las ruinas de un castillo árabe que alcanza fatigado por los años la cima.

Sobre él, sólo la oscuridad de la historia, y esta iluminada noche de estrellas.


© Acuario 2009

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