CRIPTOGRAMA DEL SILENCIO

JUNIO 9 Miércoles

Según pasan los días y los años el tiempo me trae una creciente y extraña sensación de distanciamiento, ante los demás, las cosas, la vida. Un muro invisible me rodea imperceptible pero tenazmente, el mundo a mi alrededor cada vez se hace más desconocido y lejano. No logro sentirme partícipe realmente de ciudadanías, lugares, grupos. Soy un solitario empedernido, me digo, y es consecuencia de abstenerme siempre de participar con nadie confidencia alguna, de apenas mostrar emociones inveteradamente.

Todo se me va haciendo interior, ni contesto a veces el telefono, ni veo televisión, la radio apenas la escucho, cada día desconozco un poco más al país en que vivo. Amigo de todos, y sin lograr sentir afecto o desafecto por ninguno. Excepcionalmente y por breves instantes descubro en personas reflejos que me dejan ver en ellos o ellas elementos similares a los que encuentro en mí, pero somos como viajeros de trenes que siguiendo direcciones opuestas se observan sólo minutos, al cruzarse en un desdoblamiento de vías. Los caminos que nos traen al instante nos alejan de forma inevitable.

Cada día vivo en una cotidianeidad crecientemente enigmática, más ausente, más imprevisible, llena de sutilezas que nunca antes había percibido, un mundo de cristal se abre a mis ojos, cuanto más desinteresado estoy por lo que me circunda más se me muestra la completa dimensión de lo que debería llamar mío. Pero no es tal, todo es apariencia, desconozco realmente hasta lo más habitual, no sé donde vivo.

Claro está, aunque crea no saber apenas nada, las piernas saben andar, los ojos ver, ( con gafas ), y los oídos traerme el único lenguaje de emociones que me deja atisbar otro mundo, la música, que llena mis días de contenido. El resto, remedando a Cervantes, lo concluyen sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mismo, y los días de entre semana un vellorí de lo más fino.

Bromas aparte, intento corregirme, no debes hacerte caso, me digo.